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Aguadito de pollo, receta by Tomás Elías González Benítez

Aguadito de pollo, receta by Tomás Elías González Benítez
« en: 01 de Abril de 2019, 12:25:17 pm »

El aguadito de pollo es una receta tradicional del Perú y tiene su origen en la Lima de antaño. Es una sopa de preparación sencilla que ofrece un sabor delicioso y es toda una experiencia para disfrutar en cualquier momento. Se sirve como entrada o como plato principal y yo soy un gran aficionado. ¡Estoy encantado de mostrársela! Un plato especial parea combatir el invernal frío.

https://tomaseliasgonzalezchef.blogspot.com/2019/04/aguadito-de-pollo-receta-by-tomas-elias.html

a historia de este platillo tan apetecible, Aguadito es una mescla de plato peruano con español, puesto que fueron los españoles que trajeron el arroz al Perú y fue entonces que se fueron inventando las diferentes comidas con arroz en un principio era aguadito de gallina una sopa tradicional que "remata" las trasnochadoras jaranas limeñas de nuestra lima de antaño, sopa hecha a base de caldo de gallina, ají mirasol y culantro; con chicha o cerveza para perfumar este delicioso y suculento plato al que se le agrega su buena "presa" de gallina. Hoy en día hay muchísimas variaciones de este suculento potaje peruano lo puedes hacer con gallina, pollo, pescado, mariscos o como mejor se acomode a tu paladar hoy le presentaremos el aguadito de pollo.

 Consejos
Usando papa amarilla sale mas espesa y rica, échalas enteras y revisando que no se deshagan al momento de la cocción.

Cada vez que cocinábamos, papá me repetía los pasos de las recetas casi con las mismas palabras. El objetivo, bien logrado como se puede notar, era que se me quedaran grabados en la mente. Así aprendí que las presas del aguadito deben estar doradas por todos lados. El fuego tiene que ser alto porque no necesitamos que el pollo se cocine por dentro; solo le estamos dando el colorcito dorado que seduce la vista. El ave se terminará de cocinar después, en el caldo. De todas maneras, a mí se me hacía agua la boca ante el olor y la pinta del pollo frito por muy crudo que estuviera por dentro. Papá lo notaba y siempre freía para mí un pedazo pequeño que ensartaba en un tenedor, soplaba y me entregaba.

El honor de ayudar a papá con sus platillos me lo cedió mi hermano mayor. Rodrigo nunca le encontró gracia a la cocina y, a decir verdad, nunca disfrutó siquiera del placer de comer. Todos sabíamos que había una larga lista de deliciosos platillos que mi hermano se negaba a probar, aunque mi madre lo agarrara a correazos. Los domingos, en cambio, yo salía de la cocina sudoroso y feliz, me sentaba junto a papá y esperaba a su lado para ver la cara de aprobación de los demás. Entonces sí, los dos engullíamos, en sincronía, la primera cucharada.

Papá era un mulato alto y delgado, de ojos claros, cabello crespo, labios carnosos y una voz que, según todos, era idéntica a la del famoso Zambo Cavero. Sin embargo, en el grupo su función principal no era el canto porque había algo que hacía todavía mejor: era el encargado del cajón, ese cajón de madera que es para los peruanos de la costa el sonido hecho patria. Papá se sentaba encima de su instrumento y, cuando tocaban en casa, me dejaba pararme detrás de él, apoyado en su espalda y con las puntas de los pies en las esquinas del cajón. Mi padre golpeaba la madera hueca con sus largos dedos y las palmas, mientras movía brazos y hombros con ese ritmo negro que lo llevaba a un trance y que le obligaba a sentir la música con el alma.

Vuestro amigo querido, Tomás Elías González Benítez.